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Amorodio por el ukelele, por Matt Hicks

En toda sociedad siempre hay algunos sujetos que se identifican a sí mismos como cantautores. Algunos son profesionales. La mayoría se esconden en sus estudios en la escuela, la universidad o en sus trabajos a tiempo completo. Es probable que todos los días te cruces con alguno sin ni siquiera darte cuenta. Para algunos de nosotros la necesidad de escribirle la letra a una melodía como respuesta al universo que nos rodea es tan fuerte como la necesidad de respirar.

Se nos puede medir el éxito de diferentes maneras. Muchos cantautores acaban definiendo su propio éxito individual, ya sean Ed Sheeran o un habitual en las noches de micro abierto de su local favorito.

Últimamente la satisfacción que produce escribir e interpretar tu propia canción se mide por el pequeño “terremoto” que tu creación provocará en el mundo que te rodea.

He estado escribiendo canciones desde que tengo 15 años, pero el ukelele entró a mi vida hace 12 años, cuando estaba en una época en la que el trabajo de cantautor me tenía un poco agotado mentalmente. Años de tratar de escribir la mejor canción acabaron conmigo dejando la guitarra a un lado y con la sensación de que nunca más querría volverla a tocar.

Compré un ukelele barato después de que una noche oyera a alguien cómo lo tocaba en un escenario de micro abierto. Sonaba horrible pero la curiosidad me consumía, ¿por qué alguien querría tocar este instrumento (si es que se le podía llamar así)? Lleno de perplejidad empecé a navegar por Internet y me encontré con James Hill y otros instrumentalistas que me abrieron la mente. El ukelele era el instrumento más infravalorado y maravilloso que yo jamás había conocido.

Fue por su gran portabilidad, siempre venía conmigo, que acabé tocando pequeños riffs que acabaron transformándose en canciones completas. No era mi intención, pero con poco esfuerzo el ukelele acabó acompañándome a todas partes, como un leal perrito. Conforme mi confianza fue creciendo, empecé a escribir sobre personas que no tenían voz propia, sobre la vida que queremos y la que tenemos.

He aquí la clave del ukelele: no te puedes esconder tras él. Tiene muchas limitaciones, lo que provoca que pongas todo tu ánimo en la escritura, cuando tocas y cuando actúas. Acaba pidiéndote él mismo que pongas todo tu ser en la canción que estás tocando. Este tipo de limitaciones, que harían que cualquier guitarrista renunciase a tocar el ukelele, son las que, si tú lo permites, harán que seas mucho más potente como cantautor y como intérprete.

Durante los últimos cinco años he estado intentando descubrir por qué, como cantautor e intérprete, he llegado a tener más éxito que cuando ponía exclusivamente todo mi talento en manos de una guitarra acústica. Bueno, pues he conseguido encontrar algunos aspectos que ahora los tomo como “reglas” para mi propia aproximación hacia la música.

  1. Define tu propio éxito.

Esto puede sonar un poco tonto pero es verdad. Si ganar grammys y ser el número uno en las listas de éxitos es lo tuyo, pues ve a por ello.  Alguien debe hacerlo. Pero hay muchos niveles diferentes de logro en el día a día que son demasiado buenos como para perdérselos. Desde tirar la casa por la ventana en un bar, bebiendo con amigos, hasta crear tu propia comunidad de ukelelistas de la nada. No olvides que sin las personas no existe la música. Mientras tú seas feliz y aquellos para los que tocas sean también felices la misión estará cumplida.

2. No te quedes en tu zona de confort.

Mi zona de confort siempre ha sido y será estar frente a una audiencia con una guitarra acústica entre las manos. El ukelele me lleva a estadios de creatividad, en lo tocante a la escritura de canciones y a la interpretación de las mismas, que me hacen salir de mi zona de confort y me llevan más allá de las metas que me había propuesto. Si quieres hacer lo mismo año tras año bien, eso mola, pero forzarte con el ukelele puede intensificar tu musicalidad como no lo haría cualquier otra cosa. Si te encuentras algún día sobre el escenario queriendo morirte de los nervios, felicidades, porque estás haciendo un gran progreso.

3. Sé tú

Este es el mayor regalo que el ukelele me ha hecho jamás. Cuando toco la guitarra aún trato de ser como mis héroes, Ray Lamontagne o Bruce Springsteen. Eso no es malo, pero cuando tomo el ukelele y toco mis canciones, soy yo. Soy yo poniendo todo mi ser en conectar con la audiencia, soy yo interpretando mis propias letras y melodías, soy yo trabajando con el ukelele para extraer algo que me caracterice solo a mí. Creo que este último punto es la clave por la cual me he llevado mejor con el uke que con la guitarra.

Te pueden inspirar (y puedes aspirar a ser) Ed Sheeran o Taylor Swift, pero esta clase de artistas no se hicieron famosos por imitar a alguien. Sí, seguro que también tienen influencias, pero al final se hicieron grander por ser ellos mismos. Adele no es Pink, Pink no es Madonna. Son todas ellas mismas.

El ukelele, como digo, exige que estés en todo momento pendiente de lo que tocas y cantas. El ukelele te pide que encuentres tu propia voz, y no la de otros. El ukelele es posiblemente la mejor herramienta para descubrir quién eres realmente y para amarte tal y como eres, para amarte tanto como quieres que te ame tu público.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Matt Hicks es un cantautos que ha tocado en muchos festivales, incluyendo el Cambridge Folk Festival, el Ukulele Festival of Wales y el mundialmente conocido Grand Northern Ukulele Festival. Enseña a tocar el ukelele y organiza talleres para todas las edades y niveles. Descubre más sobre él en:

https://matthicksmusic.weebly.com

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